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Columna: Columna Invitada

Veracruz 2018

Miércoles, 29 Noviembre 2017
  • Por:  Rafa Mendoza

 

El pasado lunes 27 de noviembre vivimos una regresión al siglo XX, donde las generaciones recientes tuvimos la oportunidad de ser testigos de las anquilosadas prácticas del PRI. El ritual del destape del candidato presidencial por parte del presidente Peña, más allá de evidenciar cómo se toman las decisiones dentro del revolucionario institucional, hace tangible el contubernio de intereses que se unifican en torno al proyecto que garantiza la continuidad del modelo político-económico que ha conducido al país a la caótica  situación en que nos encontramos actualmente.

Ya destapadas las cartas en la mesa de juego, podemos clarificar el escenario que se presentará en Veracruz en la próxima contienda electoral. Con el ungimiento de José Antonio Meade Kuribreña como candidato presidencial del PRI y sus satélites, es un hecho consumado que el candidato al gobierno del estado de Veracruz será el senador José Yunes Zorrilla, quien además de ser el mejor posicionado de su partido en el entorno local, es incondicional de José Antonio Meade Kuribreña, ya que los une un lazo fraterno desde que estudiaron juntos en el ITAM. Sin embargo, las condiciones políticas no son nada favorables y, a pesar de que la actual administración de Miguel Ángel Yunes Linares ha resultado desastrosa, el hándicap de las administraciones priistas, tanto la de Duarte como la de Peña Nieto, resultan una losa muy difícil de cargar. Aunado a eso, la lucha interna entre las corrientes  es una aduana que no se percibe pueda pasar sin contratiempos, para estar en condiciones de competir debe tomar el control del partido y de la posiciones políticas, radicalizar el discurso y proyectar una imagen fuerte al electorado, pero sobre todo, a sus correligionarios.

En la cancha del oficialismo local el nepotismo dicta el camino. Si bien era un secreto a voces, aún antes de entrar en funciones el actual gobernador, la creación del denominado Frente Ciudadano vislumbró la posibilidad de impedir el proyecto de la familia Yunes de Boca del Río. Pero este peligro para el clan quedó disuelto con el debilitamiento del proyecto del Frente Ciudadano, el cual a lo máximo que puede aspirar es  a sacar las candidaturas a la presidencia y a la Ciudad de México, encarnadas en la figura de Ricardo Anaya y de Alejandra Barrales. Las que por cierto, saldrán muy debilitadas al interior de sus respectivos partidos y con muy pocas posibilidades de ser competitivas, por lo cual, el actual presidente municipal de Boca del Río e hijo del Gobernador tiene asegurada la candidatura por el PAN-PRD. A su favor cuenta con el control del aparato gubernamental y el uso político-faccioso  del mismo, con una estructura electoral fuerte y alianzas con sectores empresariales de peso en el estado. Por otro lado, tendrá que cargar con el desgaste de la administración actual, donde la nula transparencia, la falta de resultados en materia económica, de infraestructura, educación, pero sobre todo en seguridad, están dando al traste al régimen del “cambio”. Sumado a lo anterior  hay que agregar que a diferencia del padre, Miguel A. Yunes Márquez no tendrá la fuerza de un discurso que genere ilusión de cambio, o de continuidad en este caso.

En el otro extremo se encuentra MORENA y su virtual candidato, el diputado Cuitláhuac García Jiménez, del cual en términos de estrategia política no es la opción más viable para MORENA. En caso de recaer en su persona la candidatura  a gobernador facilitaría la elaboración de la campaña sucia por parte de sus opositores, el asunto del supuesto desvío de recursos del ex gobernador Duarte a la campaña del excandidato en 2016 sería el eje del ataque y, a pesar de no ser demostrado con contundencia, en el imaginario colectivo puede permear más de lo calculado. De igual forma manifiesta ciertas deficiencias en el discurso y no proyecta la imagen capaz de atraer al electorado indeciso. En contraste tiene la ventaja de haber sido ya candidato y contar, en comparación con otros cuadros emanados de MORENA, con un mayor posicionamiento en el electorado y al interior de su partido. Contará además con el factor Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial, y a partir de ese punto es que se debe de replantear el análisis. Nunca en la historia de Veracruz habían coincidido la elección presidencial y la de gobernador del estado, es un factor que no ha sido medido, y que, al parecer, no muy ponderado por los opositores. Si nos remitimos a la estadística podemos constatar que en elecciones donde convergen la presidencial con estatales y locales, el voto por presidente arrastra a los demás y en ese escenario MORENA se convierte en un duro contendiente por la gubernatura de Veracruz. Como partido, debe de fortalecer su estructura y hacer las alianzas pertinentes con la sociedad civil organizada que le permitan penetrar en sectores confrontados con el sistema, pero con cierta resistencia hacia su oferta política.

Por lo tanto, la próxima contienda electoral será de pronósticos reservados, donde por desgracia todo parece indicar que el debate, las propuestas y los programas  no serán la piedra angular de las campañas. Veremos de nuevo el uso de la fuerza del gobierno y de grupos al margen de la ley para contener opositores, caudales de dinero sin fiscalización y árbitros autistas, todo esto en detrimento del estado de derecho y de las instituciones. Solo la participación ciudadana podrá revertir el escenario que se vislumbra, ejerciendo su derecho a decidir y defendiendo con rigor lo que de ello emane. 

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