Jueves, 25 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

“Elefantes, periodistas y poetas… Mi amiga Vanesa”

Sábado, 27 Junio 2020
  • Por:  Alejandro Hernández López/Arte y Mester

A los once años deseaba ser periodista. Siempre he querido ser periodista, lo he soñado y me he mirado, pero siempre tuve y he tenido miedo. No soy valiente; soy atrevido, ingenuo y siempre terco. “El elefante –dice Leakey- es un animal mucho más inteligente de lo que comúnmente creemos. Si un elefante, por acercarse a una cerca, recibe una descarga eléctrica, le va a decir a los miembros de su manada que no se acerquen”.

No sé si los elefantes sean inteligentes o si tengan noción de moralidad, es decir de lo que es bueno y malo, o si sienten culpa, como nosotros los humanos…

Pero volviendo al periodismo siempre he creído que es un trabajo abrumador y, ahora, hartamente peligroso por los hombres que intentan exterminarlos, que intentan y en muchos casos han acertado dando muerte a varios de ellos, tristemente un número inimaginable de periodistas asesinados en un mundo que cada vez intenta ser mejor. Es bien sabido que los elefantes se pueden comunicar, los humanos a veces también lo hacen.

Y así entre elefantes y periodistas, se me ocurre pensar en los poetas, en esos seres que no son elefantes y tampoco periodistas, pero parece que ellos dan como un hecho que su voz no habla desde el presente, que allí se la escucha si es audible, pero lo que se oye viene desde el pasado y se proyecta en el futuro. Esa es su gran ambición: ser a la vez historiador, participar en la acción y profetizarla.

El poeta hace del futuro un presente personal, subjetivo.

Los elefantes se comunican por medio de articulaciones subsónicas imperceptibles a nuestros oídos pero que ellos pueden escuchar a varios kilómetros de distancia. Se comunican así nociones de peligro, agua, comida, muerte.

El periodismo y el periodista siempre han sido y serán. El periodismo es una destacada actividad sociocultural íntimamente vinculada al desarrollo de la civilización. Además, la comunicación es un factor indispensable para la vida del ser humano, debido a que no puede vivir sin saber lo que ocurre en su entorno, pues necesita de esos datos para que le sirvan de referencia en su actuar.

Escribiendo estos apuntes difíciles de vincular al periodismo, a los elefantes, los hombres, los poetas y los -cuerdos- lectores, recordé –en Guanatos- leer a Vanesa Robles… Escucharla y leerla es una maravilla: “Me educaron para asumir que voy a morir en la línea. Me hicieron creer que descansar es de poco honor, porque para ganar más hay que ser media canalla. Media canalla por lo menos. Me hice periodista en los años 90 del siglo pasado, en el diario Siglo 21.

Amigos, parejas, parientes y psicólogos intentaron persuadirme de que en la vida hay otras opciones, además de la manía de andar mirando a los otros, preguntándoles, leyendo. Intentando entender. Muriendo en la línea.

Narré el caso de la monja que le hace pensar a su rebaño que está enfermo de sida. Cuando nadie sabía, crucé la frontera Sur de México en una balsa y los traficantes de personas me apedrearon. En un hotel de la 5 de Febrero vi a una madre amamantar a su bebé, mientras olfateaba pegamento. Me separé del amor de la juventud. Presentí que el agua pútrida del canal del Ahogado se desbordaría sobre las casas cercanas. Conocí el aliento de los maras, mientras me susurraban que iban a violarme, en una prisión de Tapachula. Me paralicé de miedo en Ciudad Juárez, donde comenzó la epidemia nacional de asesinatos de mujeres. Me separé de otra pareja. Comí con las presas de Puente Grande. Lloré el gas lacrimógeno el 28 de mayo. Jugué futbol con unos niños que vivían en un hueco del túnel subterráneo de la avenida Hidalgo. Sentí que me ahogaba mientras escuché a los padres de los jóvenes asesinados en Lagos de Moreno”.

 

P.d. No importa el control que el gobierno intente poner; control por demás inútil, porque el periodista, como la Tierra que habita, se mueve, pese a todo.

 

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