Viernes, 19 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

“Niño ponte a leer este libro y aprende porque sí”

Jueves, 17 Septiembre 2020
  • Por:  alejandro hernández lópez/Arte y Mester

Los libros no pueden ser una prolongación del discurso de la escuela. Los libros son –entre muchas cosas- “objetos transicionales”, es decir aquel objeto que actúa de intermediario entre el medio ambiente externo y el mundo interno del lector, en este caso los niños…

La lectura recreativa, en la que el niño encuentra contenidos culturales bien logrados, tanto en el texto como en las  ilustraciones que necesariamente deben complementar el libro infantil, puede darse de muchas formas.

Un libro cuyo contenido propone y plantea dudas abre senderos de conocimientos y, sobre todo, brinda la oportunidad al niño para preguntar e intercambiar dudas y puntos de vista con sus padres, sus maestros, y bien podría ser una lectura más estimulante y vivida para el niño que un videojuego.

Leer con los hijos resulta grato en sí mismo, más allá de lo didáctico que los padres desean encontrar en tal actividad. La no existencia de lectores permanentes se debe en muchos casos tanto a la actitud de los padres ante la lectura como en las maneras de abordar la literatura infantil y juvenil por autores y editoriales donde se observa un enorme interés por promover al libro como un “objeto didáctico”.

Un cuento bien contado, una historia con enormes referencias que el niño entienda o que amplíe, no solo en lo cultural sino también con respecto del mundo interno del niño, es una lectura recreativa que ayuda al pequeño a crecer, lo divierte, es decir, lo coloca ante cierta diversidad.

Sin embargo, es difícil encontrar espacios especialmente dedicados a los niños (léase librería infantil), estos no pasan de ser un estantito con algunos títulos, o que se exhiban como en Liverpool, libros para iluminar a los personajes del cine. Eso no sirve. También es triste que las editoriales, que se benefician con la venta de libros sin intentar crear lectores, no han hecho sino publicar viejos y nuevos cuentos, esperando que solitos los niños vayan a comprarlos o por lo menos los pidan a sus papas.

En casi todos los casos esto no se da. Comprar un libro debería ser un acontecimiento tan importante como ir a comprar un juguete, porque el libro también lo es, con el añadido de que su contenido cultural es más extenso y sus posibilidades recreativas trascienden el ámbito del plástico.

Y no solamente adquirir el libro, sino explorar todas las oportunidades de comunicación y recreación que este da, todas las alternativas que el libro tiene como objeto transicional. El libro podría propiciar entonces un terreno de juego en el cual comienza la cultura, la ciencia, la recreación y comprensión de la vida, de esa lúdica incesante que debería ser la existencia.

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