Cuando los que toman las decisiones importantes del país viven en realidades alternas a las que la sociedad vive, genera molestia. En el reciente Foro Impulsando a México, el Presidente Enrique Peña Nieto dijo con sarcasmo “Cualquier cosa que ocurre hoy en día, es por la corrupción”.
De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción, elaborado por Transparencia Internacional, nuestro país obtuvo una puntuación de solo 30 en una escala que va de 0 a 100, donde 0 es el país peor evaluado.
Si, muchas cosas que pasan en México, son producto de este mal.
Peña Nieto ha mentido a los mexicanos cuando dice que no tenemos más corrupción que antes, cuando señala que simplemente se ha hecho más evidente debido al uso de las redes sociales, pero los números no mienten.
México ocupa hoy el deshonroso primer lugar de los países latinoamericanos más corruptos, según los estudios realizados por Transparencia Internacional; y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) lo ha calificado en 2017 como el país con menor desempeño en seguridad y combate a la corrupción entre los países que la integran.
Si de darle justa dimensión a este asunto se trata como lo pidió el mandatario federal, hablemos de los más de 347 mil mdp que le cuesta anualmente al país la corrupción. Esto es un problema mayúsculo, frivolizarlo como Peña Nieto ha pretendido no beneficia más que a la opacidad que ya es una marca personal en su gobierno.
Hablemos de la Casa Blanca de la pareja presidencial, producto de su “trabajo como actriz” o la de Luis Videgaray en un exclusivo club de golf; hablemos de Emilio Lozoya Austin, el primer director de Pemex en el sexenio y el caso Odebrencht; hablemos de Emilio Gamboa, que utiliza aeronaves oficiales para ir al gol; o qué tal el #tesisgate y los 197 párrafos que Peña Nieto plagió para obtener su título universitario; y qué de los socavones a los que hizo mención el presidente en el Foro y las irregularidades en los permisos de construcción al colegio Rebsamen que le costaron la vida a 19 niños; la lista es larga… pero termino con esto, el avión presidencial cuyo costo final fue de 7 mil 520 millones de dólares, sin contar los más de 945 millones de pesos para obras de ampliación y modernización del hangar presidencial en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Los mexicanos hemos despertado, ya no nos venden las mismas mentiras de siempre, como dijera Andrés Manuel López Obrador, la corrupción hay que erradicarla, no aminorarla, no reducirla, no mantenerla a raya… ¡Acabarla, desterrarla!
Para México el cambio verdadero está muy próximo.